Tras divorciarse solicitó uno y posteriormente, y debido a varias adversidades, pidió otros para eliminar los anteriores «pero fue un error»
El Juzgado de Primera Instancia número 5 de Badalona ha perdonado una deuda de 95.976,75 euros a un vecino de la localidad que se vio en una situación de insolvencia debido a los préstamos y tarjetas de crédito que tuvo que solicitar para poder afrontar su día a día y el de su hijo, con una discapacidad del 90%, tras divorciarse. De este modo, la jueza exonera del pasivo insatisfecho al cliente de Bergadà Asociados, despacho especializado en Derecho concursal, de ámbito nacional, al aplicar la Ley de la Segunda Oportunidad.
En cuanto a los hechos, estos se remontan al año 2015 cuando el hombre y la que por aquel entonces era su mujer deciden poner fin a la relación y divorciarse. «Yo no me quería desvincular de mi hijo viéndolo sólo los fines de semana, ya que, además, tiene una discapacidad del 90%, así que solicité la custodia compartida para estar a su lado en todo momento», recuerda.
Por ello, tras tener que dejar el domicilio familiar alquiló un piso en Badalona, donde ya residía, «teniendo en cuenta que mi hijo necesitaba una habitación para él solo». Por este motivo, y debido a la situación que se encontraba, decidió pedir un préstamo para hacer frente a los gastos diarios. «A partir de ahí me vi en una compleja situación, ya que un mes no me cuadraron las cuentas que inicialmente tenía hechas y pensé en pedir otro préstamo para hacer frente al primero y tirar de tarjetas de crédito. Además, me lo pusieron todo muy fácil para solicitarlas. Eso fue un grave error, porque la bola de la deuda se fue haciendo cada vez más grande», expresa.
De hecho, matiza que «cabe tener en cuenta que a los pocos meses a mi hijo le tuvimos que cambiar la silla de ruedas que utiliza. La ayuda que recibimos para adquirir una nueva era de 900 euros, pero costaba 4.000 euros, y la única solución que en ese momento veía factible era la de solicitar un nuevo préstamo«. Asimismo, indica que «ese dinero era para el día a día y por las necesidades que en ese momento tenía, no para irme de vacaciones o tener una vida que soñada».
Por ello, el hombre enfatiza que «tenía la idea equivocada de que con un préstamo lograría pagar el anterior y a lo que me di cuenta que no era así. Los ingresos que tenía de mi nómina prácticamente iban destinados a cubrirlos las obligaciones bancarias que tenía y poco me quedaba para subsistir».
Llegados a este punto, en el año 2018 decidió solicitar una reunificación de deudas, «pero la cuota que me ofrecieron era inasumible, ya que entonces los alquileres de Badalona también empezaron a subir mucho y el piso en el que estaba era idóneo para las necesidades de mi hijo, por lo que no era viable cambiar de domicilio a otra zona de la localidad». Además, comenta que «también tuvimos que cambiarlo a un colegio concertado, que se adaptaba mucho mejor a todas sus necesidades».
Por ello, «llegó un momento en el que no pude asumir la deuda que tenía, ya que era imposible». En este sentido, la abogada que ha llevado el caso y socia fundadora de Bergadà Asociados, Marta Bergadà, comenta que «estaba en una situación límite que le estaba pasando factura en todos los sentidos».
Fue en el 2019 cuando el hombre empezó a indagar sobre la Ley de la Segunda Oportunidad al tener conocimiento de ella. «Primero contacté con un despacho que trabajaba online y tras pagar una primera cuota me di cuenta que cada vez me atendía una persona diferente sin saber quién llevaba mi caso. Eso me generó mucha desconfianza«, señala.
No obstante, a las pocas semanas descubrió en Facebook el Foro de la Ley de la Segunda Oportunidad que dirige Marta Bergadà. «Desde un primer momento vi todos los comentarios que había y que Marta Bergadà estaba respondiendo al momento, así que decidí ponerme en contacto. En esa primera toma de contacto me transmitió mucha confianza y tranquilidad, ya que tanto ella como su equipo me dijeron que iban a estar a mi lado en todo momento, como así ha sido».
Por su parte, Bergadà manifiesta que «desde un primer momento quedó acreditado que se trataba de un deudor de buena fe, por lo que iniciamos todo el procedimiento. Además, también era muy importante que desde el minuto 1 se sintiera acompañado, ya que, durante años, y debido a sus circunstancias familiares, lo había pasado francamente mal». No obstante, la pandemia del Covid-19 y la huelga de los Letrados de la Administración de Justicia (LAJ) hizo que todo fuera más lento de los esperado, «aunque en todo momento desde Bergadà Asociados me dijeron que estuviera tranquilo porque si no había ningún imprevisto mi situación se iba a solucionar», remarca el hombre.
Recientemente, todo cambió cuando la magistrada del Juzgado de Primera Instancia número 5 de Badalona le perdonaba una deuda de 95.976,75 euros. «Me imaginaba que todo iba a salir bien y cuando recibí la llamada de Bergadà Asociados para decirme que se me había exonerado el pasivo insatisfecho, gracias a la Ley de la Segunda Oportunidad, empecé a respirar con una mayor tranquilidad«, expresa.
Además, el cliente de Bergadà Asociados añade que «todo esto me ha servido para aprender del error de que con los préstamos y las tarjetas de crédito no se solucionan los problemas, ya que a medio y largo plazo se acaban traduciendo en una vida incierta«. Incluso, señala que «esto ha supuesto una nueva oportunidad para recuperar mi vida y sin estar condicionado a terceras personas. Ahora me siento más libre y me puedo centrar al 100% en mi día a día y en el de mi hijo«.
Finalmente, Marta Bergadà comenta que «este caso pone en evidencia que las adversidades de la vida pueden provocar que acabemos en una situación de endeudamiento. Además, solicitar préstamos para eliminar otros es un grave error, ya que la mochila de la deuda acaba siendo todavía mayor. Para todas aquellas personas que se encuentren en una situación similar a la de nuestro cliente les queremos mandar el mensaje claro de que la solución está en la Ley de la Segunda Oportunidad, ya que siendo deudores de buena fe su pesadilla puede acabarse».
